top of page

Un paquete de caramelos



Estaban Sam y su hijo sentados en la cama charlando, como lo hacían habitualmente después de comer. Fue entonces, cuando Sam le dio un paquete de caramelos. Él acostumbraba a traerle alguna golosina un día en la semana. Teddy, luego de agradecerlos le pregunto:

- ¿Cuánto te costó el paquete papi?

- Diez centavos – le contestó.


El niño, de apenas diez años, pensó por unos segundos para luego decirle:

- Papi, si me comprás uno todos los días serían tres pesos por mes, que es muy poca plata.

- Tenés razón.

- ¡Entonces me vas a traer todos los días un paquete!

- No.

- Pero si sos muy bueno y podés pagarlo.

- Podría decirte simplemente que no porque te haría mal al estómago, pero existe otro motivo que también es importante. Te lo explicaré con una historia. Había una vez un señor llamado Peter, tan bueno como yo, que todas las semanas le traía de regalo a su hijo un muñequito. Cada uno le costaba tan sólo treinta centavos. Como le gustaban mucho, le pidió que se los comprara más seguido. Peter pensó, “con nueve pesos le podría comprar uno todos los días y su hijo estaría más que contento”. Y así lo hizo. Pero un día, cuando fue a comprarlo, se dio cuenta que había completado la colección. Cuando llegó a su casa y le contó a su hijo, éste le preguntó que le había comprado. Como le dijo que nada, se enojó mucho, y de ser el mejor padre pasó a ser el peor. Ese día en el negocio de regalos estuvo Tom, quien había tenido un día muy exitoso y nada más lindo que festejarlo con un obsequio para su hijo; Tom también compró un muñequito de la colección, y su hijo se puso muy contento. Cuando le preguntó cuando le compraría otro le dijo que quizás el mes siguiente y su hijo se fue feliz a jugar con su regalo.


Teddy, a mí me gustaría que puedas disfrutar de las cosas que tenés, sean pocas o muchas. Por eso no te voy a comprar uno todos los días, para que cuando te traiga algo, aunque no me cueste dinero sea una alegre sorpresa.

Son muy pocas las personas que tienen el don de disfrutar lo cotidiano, de valorar lo que a pesar de ser importante se hace rutinario. Se torna tan natural, que uno ni siquiera lo nota. Te acordás cuando volviste del campamento, estuvimos diez días sin vernos. Lo primero que hiciste fue darme un abrazo que duró más que los abrazos que nos damos en un mes; y el amor nuestro no fue de ese día, sino que es de siempre, pero como es natural no nos ocupamos de disfrutarlo, de demostrarlo, de vivirlo.

Quizás éstos caramelos sirvieron para que juntos aprendamos la linda familia que tenemos y que su alimento vital es la demostración de amor.

A propósito hijo, ¿me das un abrazo?




1056 visualizaciones0 comentarios

Entradas Recientes

Ver todo

Cuentos, Frases y Reflexiones

bottom of page