Fue el Sol, el primero en hablar con Dios. Se quejó que la Luna no pasaba
tanto calor, que ella estaba junto a las estrellas mientras él estaba sólo, que
no podía disfrutar de la vida nocturna y los shows de luces, que durante la
noche salían las parejas de enamorados, entre otras cosas.
Que el Sol iluminaba con una increíble potencia y las personas realizaban
casi todas sus actividades en su presencia, que la gente lo busca porque le da
un espectacular tono a su piel, que las flores lo siguen donde vaya con una
mirada especial, fueron algunos de los reclamos que le hizo la Luna.
Entonces Dios los reunió y reconoció que pudo haberse equivocado en la
misión de cada uno, por lo que les ofreció el cambio por una semana.
El siguiente, no fue un buen día para la luna, sentía mucho calor, le hacía
mal tanto ruido, no tenía con quien conversar. Tampoco lo fue para el sol,
estaba molesto porque no se veía nada, se sentía muy aburrido, no aguantaba
el frío.
No tardaron en rogarle a Dios que les devolviera su lugar.
Eso es lo que les sucede continuamente a las personas, piensan que la
situación de los demás es mejor y que no tienen problemas. Sin embargo a
todos nos surgen dificultades, y nuestra vida dependerá de lo que hagamos
nosotros mismos.
El hombre ve multiplicadas las ventajas de los demás y divididas las propias.
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