Era una hermosa paloma que se había desarrollado normalmente. Cuando llegó a la edad de volar, no podía. Pasado un tiempo prudencial, sus padres comenzaron a preocuparse. No existía paloma que no pudiese volar, todas lo aprendían en forma natural.
Probaron otros métodos, lo intentó desde pequeñas lomas, pero lo único que logró fueron golpes y raspones.
La llevaron a distintos médicos, y ninguno encontraba una explicación física. Todo estaba bien, pero ella no podía.
Finalmente, luego de una larga reunión, le explicaron que la única excepción para aceptar a una paloma que no volara era cuando estaba enferma, y no era ese su caso. Si realmente no podía volar, lamentablemente debía ser sacrificada.
La llevaron a la cima de una montaña y le dijeron que se debía arrojar. Si podía volar volvería con ellos, caso contrario, caería hasta morir.
Cuando saltó, para salvarse comenzó a mover sus alas logrando volar con total naturalidad.
Una vez abajo, feliz de haber volado, le preguntó a sus padres.
- ¿Cómo iban a permitir que me mataran sólo por no poder volar?
- No corrías ningún riesgo- le confió su madre- había un grupo preparado para salvarte. Por ninguna razón lo hubiéramos aceptado, primero tendrían que matarnos a nosotros.
Pero por los estudios que te habían hecho las alas estaban bien, tenían movilidad, respondían a sus estímulos, y fuerzas no te faltaban.
Por lo tanto- concluyó su padre- el “no puedo” significaba que tenías miedo de volar o de hacerlo mal. Y tarde o temprano debías enfrentarlo, porque una paloma que no vuela no tiene futuro.
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